miércoles, 29 de julio de 2015

Nadie quiere ser nadie (Historias de la clase media)


Por Julia Tacchino



Nadie quiere ser nadie, la última obra de teatro de Mariela Asensio, es una reflexión sobre la clase media argentina, sus anhelos y aspiraciones, y como ellos distan de sus realidades, actualmente en cartel en el Celcit, en la Ciudad de Buenos Aires.
Un matrimonio con una hija que vive en un country, una actriz frustrada, un extranjero  que escapo de su país y de su familia, una empleada doméstica, una psicóloga y un guardia de seguridad, componen los personajes de la obra, todos exponentes de este amplio y variado estrato medio argentino.
El escenario está en el centro, el público está ubicado en “L” a su alrededor, los personajes se mueven hacia los costados y rompen la cuarta pared, le hablan al público. La manera de dirigirse  produce una interpelación casi obligada en el espectador, las preguntas que se hacen ellos, probablemente son las mismas que muchas veces aquejan al público. La escenografía es sencilla y es movida por los mismos personajes.
¿Qué ocurre con las aspiraciones de las personas cuando crecen? ¿Qué pasa con lo que se anhela? Las exigencias del mundo capitalista y el cumplir con determinado estándar de éxito, obliga a hacer muchos sacrificios ¿Cuántos bienes de lujo son necesarios para considerarse de clase media? ¿Cuántos ambientes debe tener una casa? ¿Qué es ser exitoso en el siglo XXI? Diferentes anclajes identitarios caracterizan al habitante porteño, la indumentaria, el automóvil, los consumos culturales, todo adquiere valor social cuando se trata de pertenecer.
Hay una psicóloga donde los personajes se analizan, un “habitus” muy típico de la clase media, sobre todo del porteño. Los habitantes de Buenos  Aires suelen concurrir semanalmente a análisis, como una de las tantas prácticas que realizan, tienen una preocupación por el arte y por la apariencia y una necesidad imperiosa de diferenciarse de quien se encuentra “un poco más abajo”.
Dentro de los personajes, se distinguen particularmente dos, la empleada doméstica y el encargado de seguridad, que pese a pertenecer al amplio abanico en que corrientemente se suele ubicar a la clase media argentina, están situados económicamente por debajo del resto de los personajes. En ellos se percibe algo que no muestran los otros, expresan cierta libertad a la hora de manifestar sus expectativas y una mayor capacidad para imaginar y soñar mundos posibles.
Nadie quiere ser Nadie es un planteo sobre la permanente insatisfacción que sufren miles de hombres y mujeres que circulan desenfrenadas por la ciudad, trabajando, consumiendo, actuando. Personas que construyen una vida con estándares de exigencias que se deben cumplir. Que viven con temor a perder el prestigio ganado. Que tienen una vida acelerada, tratando de preservar lo obtenido, sin saber ni remotamente ¿qué es lo que quieren?